por Deporte Sorolla

 

«Debemos recordar que un derecho perdido para uno está perdido para todos». W. Reece Smith Jr., Abogado estadounidense.

 

Al final de la temporada 2016-17, el equipo infantil de Fútbol Sala de Zarzuela del Pinar (Segovia), formado por varios chicos y una chica, resultó campeón de liga provincial, clasificándose brillantemente para la fase autonómica.

El equipo de Zarzuela ganó la primera eliminatoria pero fue denunciado por el equipo rival por presentar una alineación indebida: mientras a nivel local o provincial sí se permiten equipos mixtos, a nivel autonómico ya no.

La norma es injusta en sí misma por el mero hecho de cambiar según el momento de la competición en el que nos encontremos, y lo que primero se permite, luego se niega. El hecho de que fuese una chica la protagonista dio notoriedad al caso, pero si los perjudicados hubiesen sido, por ejemplo, los jugadores de 1er año de los equipos, hubiese sido igualmente injusto.

El entrenador de los pegueros (1) reconoció que ignoraba la existencia de esa norma pero, en su descargo, decir que siempre presentó los papeles del equipo con todos sus integrantes y siempre le dieron el visto bueno. A pesar de ello, la organización dió la razón al equipo denunciante y el equipo de la chica resultó eliminado.

Entonces, el entrenador que denunció la alineación indebida, sorprendió a todos renunciando a la clasificación de su equipo al considerar que, en este caso y como se suele decir, lo que se pierde en la pista no se debe ganar en los despachos.

De esta manera, los de Zarzuela se veían de nuevo metidos en la competición, si bien con una novedad trascendental: para seguir en el torneo había que dejar fuera a la chica para no incurrir de nuevo en alineaciones indebidas.

Increíblemente, el entrenador de Zarzuela, a sabiendas de que no podría alinear en lo sucesivo y tras todo un año a UN JUGADOR DE SU EQUIPO, aceptó la invitación de seguir en competición, excluyendo a la chica y culpando a la norma de verse obligado a actuar de manera tan cruel.

El equipo de Zarzuela, finalmente, ganó las eliminatorias que le quedaban, resultando campeón autonómico.

Ambos entrenadores actuaron de diferente manera ante una misma norma injusta. Mientras que uno no quiso aprovecharse de ella (aunque fuese en el último momento), el otro sí lo hizo con tal de seguir en competición, perdiendo con ello una enorme y doble oportunidad. Por un lado, rebelarse y poner de manifiesto lo injusto de la normativa y, por otro y más sangrante, ejemplificar con los hechos el valor y el sentido de ser-un-equipo en su más altruista concepción.

Pero no quedó ahí la cosa. En la ceremonia de entrega de la Copa de campeones, sobrevino todo un espectáculo. A la jugadora no se le dejó bajar a la pista a recoger el premio pues no era «legalmente» del equipo, escena de los chicos subiendo a la grada para darle la copa a la chica, lloros, abrazos… Todo muy emocionante y fenomenal, por supuesto.

Para terminar de hacerlo todo más rocambolesco apareció la prensa, que compró rápidamente el relato victimista del entrenador y le convirtió en el sumun de la deportividad y de la lucha no sexista, cuando en realidad le tendría que haber exigido poner a prueba ese mismo virtuosismo mucho antes y no ahora, con la Copa en la mano.

La prensa también aprovechó para cargar contra lo injusto de la normativa, cosa que ya hemos dicho que compartimos (aunque por motivos diferentes), pero en ningún momento censuró la decisión del entrenador, que es donde nosotros ponemos el foco y donde se encuentra el meollo educativo, que no el político.

Además, cargó contra la normativa con slogans tan demagógicos como «¿Cambiamos la normativa o cambiamos de sexo a la jugadora?» (Programa La Ventana, de Carles Francino, cadena SER, 31 de mayo 2017).

Claro, que las posteriores declaraciones del entrenador, tampoco tienen desperdicio. Veamos…

 

«Nos reunimos con los padres y, aunque con mucho disgusto, decidimos seguir por el bien del resto de los niños.»

¿Por el «bien de los niños»? ¿Qué «bien»? ¿Ganar e irnos contentos aún habiendo dejado en la cuneta a una compañera?

Esto de ganar es como si preguntas a los chicos si prefieren aprobar o suspender. ¡Es evidente la respuesta! En esas edades no tienen la formación en valores que al entrenador sí se le supone y es quien debe educar en el sentido de equipo, entre otros.

Por otro lado, era previsible que los padres de la niña aceptarían no jugar en cuanto se sintieran expuestos públicamente ante el dilema. Es humano. ¿Pero qué nos dice eso de los demás padres? ¿De verdad ninguno antepuso el valor de ser-un-equipo al valor de ganar-a-toda-costa? ¿Pero no estamos hablando de deporte escolar?

Para colmo, el entrenador pedía cambiar la norma por ir en contra «del espíritu educativo del deporte» en esas edades. En fin…

Aquí, si se nos permite, señalar nuestra propia experiencia. Hace años, un entrenador reunió a sus jugadores de Ed. Primaria y les ofreció el siguiente trato: durante la primera fase del campeonato todos jugarían un tiempo parecido en cada partido pero, si se clasificaban para el título, jugarían más tiempo los mejores del equipo pues así se ganaría el torneo, contraviniendo con ello las normas del club. Pidió a sus jugadores opiniones en contra de la decisión y del objetivo propuesto. Evidentemente no obtuvo ninguna y todos aceptaron.

«La chica ha sufrido mucho porque se sentía culpable de que pudieran descalificar a su equipo»

¿Pero como no va a sentirse culpable si se le puso ante todos en la tesitura de «si no te apartas del equipo nos eliminan» y de «fíjate lo que nos obligan a hacer»?

Valga de nuevo otro ejemplo nuestro. Los organizadores de la famosa Copa Colegial ABC también organizan un torneo multitudinario para equipos de 5º y 6º de Ed. Primaria llamada Pequecopa. Después de algún tiempo sin hacerlo, el club quiso volver a participar en una de la ediciones de la citada Pequecopa pero nuestro equipo era mixto (de sólo una chica también, curiosamente), si bien llevaban todo el año juntos y estaban deseando jugar el torneo.

Pensamos que no habría ningún problema, pero la norma de la organización era clara: o masculinos o femeninos, pero equipos mixtos no. Escrito por aquí, queja por allá, pero la respuesta fue que no se nos permitiría participar con una chica. Evidentemente, decidimos no jugar el torneo, cuando lo fácil hubiese sido apartar a la chica «por el bien del equipo».

Para tomar esa decisión hubo que ser muy cuidadoso, pues era imposible no poner en evidencia a la chica al ser la única del equipo, y al grupo se le planteó el tema con la mayor normalidad posible y se evitó magnificar el tema con reuniones con las familias, charlas trascendentales y demás.

Si hubo disgusto en el seno del equipo no nos consta (más disgusto tuvo la chica), pero a buen seguro que los chavales recordarán con el tiempo que se tomó una decisión correcta y podrán estar bien orgullosos de no haber dejado a nadie atrás.

«Le hemos hecho ver (a la chica) que la culpa es de una normativa injusta…»

La culpa es de la norma, sí, pero precisamente se abunda en la injusticia de la misma aceptando participar en la competición.

Además, toda norma puede ser injusta en función del uso que se le dé. Nuevo y último ejemplo de nuestro club. Los entrenadores tienen permitido aplazar sus partidos si el motivo es la falta de jugadores. Lo que no tienen permitido es aplazar un partido cuando falten los jugadores «buenos» y no hacerlo cuando falten los jugadores «malos».

 

Parece inevitable pensar que lo ocurrido con el equipo de Zarzuela no es más que otro ejemplo de cómo anteponer la victoria a cualquier otra consideración y que, por mucho apoyo mediático y adorno que se le ponga, es lo que precisamente este entrenador y sus familias permitieron.

Se podría justificar la decisión de apartar a la chica en base a que en un equipo todos deben ser capaces de sacrificarse por el bien común y que se debe priorizar lo que necesita el equipo por encima de las necesidades individuales, pero no es menos cierto que la solidaridad es consustancial y el punto de partida del concepto de equipo, sobre todo si se es «atacado» por factores externos.

Aquí podríamos entrar en debates sobre el «bien mayor» y conceptos éticos como el utilitarismo (si se beneficia a más personas de las que se perjudica entonces está bien hecho), el deontologismo (basta que una persona sea perjudicada para que esté mal hecho), el consecuencialismo (el fin justifica los medios)… pero esos son, efectivamente, otros (e interesantísimos) debates.

 

 

Nota del club. Nadie está exento de contradicciones y de no incurrir en los mismos errores que aquí se critican, pero queremos que estos sucesos sirvan de reflexión en el seno del club para seguir alerta y cometer las menos injusticias posibles.

(1) Gentilicio de los habitantes del mencionado pueblo según wikipedia, aunque en realidad engloba a todos los que tienen por oficio sacar y fabricar la pez o brea a partir de los pinos resineros, mediante un horno llamado pezguera o peguera (de ahí el nombre de Peguerinos, por ejemplo, conocido paraje de la sierra de Guadarrama).