ARRASADOS EN EL PRIMER CUARTO

Superpartido de la Jornada, disputado entre Liceo Sorolla y Escolapios Pozuelo (29-62) el viernes 3 de marzo en el colegio Escolapios, correspondiente a la 2ª ronda de Copa Colegial.
Los Lobos eliminaron a unos Raptors que en el 1er. cuarto fueron sacados de la pista sin ningún tipo de miramientos, merced a un contundente y definitivo 22-2. Y lo de sacarnos de la pista fue casi literal. Los nuestros tardaron buena parte del 1er. cuarto en reconocer donde estaban las tenues líneas del campo (hasta 3 pérdidas de balón por salirnos de la pista), síntoma del desconcierto total y absoluto que estaba sufriendo el equipo, que parecía haber aterrizado en una pista de basket por primera vez.
Las defensas zonales que ordenó sobre los Raptors el joven coach local Jaime Gómez-Sellés, cambiantes en función de quién subía el balón, nos dejaron noqueados.
Faltos de dirección en pista y lejos de mover con calma la pelota para reconocer los espacios que dejaba la defensa, aquello se convirtió a veces en un alocado 1 contra 5, en un a-ver-quién-se-estrella-más-y-mejor-contra-la-defensa, y otras en quien seleccionaba el peor tiro posible.
Una vez metidos en la boca del lobo (nunca mejor dicho) la maraña de brazos defensores no permitía dar ni un sólo pase, y los que se daban, se daban rematadamente mal (entre pérdidas propias y robos del contrario tiramos por la borda 22 posesiones a lo largo del partido por 4 del rival).
Pero es que en el otro lado de la cancha, donde hay que ponerse el mono de trabajo y donde se ha construido el equipo a lo largo de estos años, las increíbles facilidades defensivas que se dieron permitieron el lucimiento de unos Lobos en estado de gracia y que enchufaban todo lo que tiraban, ya fuese desde el perímetro (tres triples casi consecutivos en ese cuarto) o anotando comodísimas bandejas para delirio de su parroquia (nunca mejor dicho también). Hubo momentos en que la comodidad atacante era tal que aquello parecía un concurso de tiro en lugar de una eliminatoria.
Nadie diría, habiéndoles visto en el calentamiento ensayar jugadas apresuradamente, que luego se mostrarían tan cohesionados y con tanta confianza. Quizás contar con un «lobezno» de la clase y talento de Luis Gómez-Sellés (base, MVP local y máx. anotador del partido con 17 pts.) lo haga todo más sencillo.
Cuando el coach sorollista, Luis de Sigmaringa, solicitó el primer tiempo muerto ya perdíamos 13-2 y era como para haber cambiado a todo el quinteto de golpe. A pesar del intento por taponar la vía de agua y serenar los ánimos, aquello siguió siendo un llegar-tirar-fallar (no superamos el 32% de acierto en tiros de 2) y empezaba a ser una tortura para toda la afición, que respondió nuevamente con una asistencia espectacular en apoyo de los Raptors y que tuvo que esperar al 2º cuarto para ver anotar nuestra segunda canasta del partido (24-5).
Una zona 2-3 planteada desde el banquillo jurásico ralentizó el juego local y logró que se precipitaran en el tiro. Los Raptors pudieron rebotear y correr pero sin efecto alguno en el marcador, que quedó en un 37-15 para el descanso.
Luis nos comentaba al llegar al descanso que «la defensa mixta sobre nuestro base ha sido muy agresiva y nos hizo perder los papeles en ataque. Luego en defensa se mezcló la falta de intensidad de unos con el brutal acierto de los otros».
Lucas Martín, entrenador ayudante, se expresaba en términos parecidos: «tenemos muchas dudas en ataque, con falta de movimiento de balón fruto de la defensa zonal planteada. A ello se está sumando nuestra nula intensidad defensiva, dejando multitud de espacios que Escolapios no está perdonando».

El equipo, agotado por tener que apelar a la heroica ya desde el principio, se fue al vestuario descompuesto y, lo que es peor, irreconocible. La presencia en pista de jugadores que no están habitualmente en el equipo o que están faltos de rodaje por lesiones o participaciones intermitentes, desdibujaron esta vez al equipo y nadie parecía estar cómodo con nadie en la cancha. Nadie salvo con el pívot Javier Grande que siempre da la cara (máx. anotador del equipo con 7 puntos, 5 rebotes y autor de un tapón absolutamente descomunal) y con el base Guillermo Vicente (MVP sorollista por actitud y entrega sobresalientes).
El resto del partido sólo sirvió para que aumentara la ventaja local poco a poco (35 pts. fue la máxima distancia) hasta certificar el 62-29 final (ver crónica oficial).
Sentimos de verdad que haya sido así la despedida definitiva de la Copa Colegial para la gran mayoría de estos jugadores. Unos chavales que han hecho historia en el Baloncesto del colegio por sus éxitos pero también por su entrega, su constancia, su unión y su ejemplar fuerza de equipo a lo largo de estos años y que eran, son, un auténtico ejemplo para los más peques de la sección.
Sin duda merecían un adiós mucho más amable, cuanto menos a la altura del orgullo de haberles tenido entre nosotros. El problema fue cómo demonios explicar eso a una manada de lobos hambrientos.

Guillermo, MVP del equipo.
